Kobe.


Anoche estaba tranquilamente sentado en el sofá, dispuesto a ver el partido que iba a disputar el Madrid de Zidane en Pucela, bastante agotado físicamente tras mi fin de semana, pero con una cierta sensación de felicidad, consecuencia directa de varios aspectos, entre ellos, el baloncesto.

Pero de pronto un nudo apareció en mi garganta. En la pantalla de mi móvil saltó una notificación de un mensaje que desearía jamás haber leído, un amigo aseguraba que había muerto Kobe Bryant. Apresuradamente entré a Twitter, con el objetivo de comprobar si eso que había leído segundos antes era verdad, deseando que los periodistas NBA a los que sigo dejasen esas palabras en un simple bulo. Para ser sincero, no se ni cuánto tiempo pasó, estaba helado, mirando la pantalla de mi teléfono con un ligero hilo de esperanza, hasta que llegó la confirmación oficial de prácticamente todos los medios, y de mi boca apenas salió un "no me lo puedo creer".

Llevo desde ese momento intentando asimilarlo, pero todo es en vano, no lo consigo, veo fotos, vídeos, despedidas, y aún pienso que está ahí. Mi cabeza todavía cree que mañana aparecerá en primera fila del Staples para ver el derbi angelino, y todo ello, es fruto de lo que Kobe significa para mí.

Kobe, me has marcado de por vida, has dejado en mí mucho más de lo que jamás ha dejado cualquiera de las personas que conozco, me has dado lo más importante de mi vida, el baloncesto. Por tí no empecé a jugar, pero sí es tu culpa que ame con todas mis fuerzas este deporte, te convertiste en mi ídolo, en lo que quería ser, y además, te encargaste de pintar mi corazón de púrpura y oro. Kobe, tu muerte la he sentido cómo si de un familiar cercano se tratase, porque ya me hiciste llorar con los 60 puntos contra Utah, me hiciste llorar anoche, y también se me caen las lágrimas mientras escribo esto. Serás eterno, Kobe Bean Bryant, gracias.

Heroes come and go, but legends are forever.

8/24

Comentarios