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Fuente: Marca.com |
El Real Madrid acaba de caer eliminado de la Copa del Rey
hace escasos minutos en Alcoy, ante un equipo de la categoría de bronce del
futbol español, que, todo sea dicho, realizó un partido tremendamente meritorio
para poder tumbar a un gigante. La derrota, además de apear al Madrid de la competición,
hunde al equipo aún más en el fango, que algunos denominarán crisis, bajón o
como quieran, pero que lleva cerniéndose sobre los merengues durante ya
bastante tiempo.
Para viajar al origen de la tormenta que se vive en la casa
blanca hay que remontarse unos pocos años atrás, concretamente al 26 de mayo de
2018, cuando el Real Madrid, a las órdenes de Zidane, levanta su decimotercera Champions
en Kiev frente al Liverpool de Salah y compañía. Allí, sobre el mismo verde
ucraniano, comienza a cambiar el fututo más inmediato del club, porque su pieza
más importante, Cristiano Ronaldo, anuncia que se marcha ese mismo verano. Y
quizá, en ese momento, nadie se imaginaba el agravio tan grande que le iba a
provocar al equipo que había dominado Europa tres años consecutivos, una baja
como esa. Sin embargo, las malas noticias para los madridistas no se iban a
terminar ahí, ya que, unos días mas tarde, el arquitecto de aquel equipo, Zinedine
Zidane también abandonaba el barco, alegando que el equipo necesitaba algo nuevo,
algo que el ya no podía darle, y por desgracia, el tiempo le ha dado la razón.
Se le presentó entonces al Madrid una oportunidad de oro,
para poder cerrar un proyecto maravilloso en lo más alto, encumbrando a los jugadores
que habían formado parte de esa etapa a la categoría de leyendas vistiendo esa camiseta,
y poder pulsar el botón de reinicio, para construir desde los cimientos un
nuevo proyecto ganador. De hecho, parecía que ese iba a ser el camino elegido
por la directiva, que vio en Julen Lopetegui al perfecto conductor para esa
nueva etapa. Y justo ahí, cuando el ordenador blanco estaba siendo reseteado, para poder
instalar un nuevo sistema operativo, a Florentino se le agotó la paciencia,
quiso usar su computadora de inmediato y tiró para atrás todo el proceso de renovación
que claramente necesitaba. El Madrid perdió con Julen su oportunidad de crear
de cero, y otorgó otra bola más a esos jugadores que tan alto le habían llevado,
y le volvió a pedir ayuda a su antiguo entrenador, ese mismo que meses antes se
había apartado porque empezó a ver señales de desgaste.
Y sí, Zidane tenía razón, él no era el indicado para llevar el
timón en los tiempos que se avecinaban después de Kiev. El equipo necesitaba un
giro drástico, una limpia interna, algo que Zinedine, bien por sus ideas, o
bien por su apego hacia los futbolistas que le llevaron a lo más alto no puede
aplicar. Rehúye de todo lo que huela a nuevo y se escuda en su guardia
pretoriana, a la que le falta el elemento más importante y diferencial, y hace
caso omiso de las luces rojas que se encienden entorno a su equipo, aquello de “tu
actúa como si no pasara nada”. Cierto es que ha sacado una Liga de rédito en
esta segunda etapa, pero muy probablemente a cambio de hipotecar el fututo del club,
ya que jugadores como Jovic (duele el doblete frente al Schalke), Vinicius,
Odegaard, Ceballos o Rodrygo apenas han contado para el técnico, que
opta por entregar esos minutos a jugadores como Isco, Marcelo e incluso Mayoral
o Mariano, cuya proyección de fututo es escasa o inexistente y su nivel actual
difiere mucho de un equipo de elite europeo. Y todavía pretenderá el bueno de
Zinedine que esos activos que lleva desperdiciando en el banquillo durante gran
parte de la temporada estén conectados a la dinámica del equipo cuando les toca
disputar sus muy escasos minutos, sea perdiendo en Elche o en lo que parece un plácido
paseo en Alcoy.
La eliminación copera del Madrid frente al Alcoyano es otra
piedra más en la mochila del francés, que ya soporta mucho peso, y va a abrir un
extenso debate sobre si debe continuar en el cargo en los próximos días. Y probablemente
cesar a Zidane, en plena temporada, sea un error, principalmente por la escasez
de candidatos para el puesto, pero ahora sí, es evidente que esas nubes negras
que ya oteó el técnico en el horizonte se han plantado justo encima de la nave blanca,
que el letrero de game over está cerca de aparecer en la pantalla (el Atalanta
podría ser la puntilla) y que probablemente a Florentino le toque pulsar el botón
de reinicio, pero no por su propia mano.
Mario Vaquero.
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